Escritos al vuelo: La carta
Sabrás que te escribo, cuando los cipreses te hablen. Aún no los has escuchado, no aprendes, no sabes. Veo a las nubes hablar con el aire, como mis palabras abrirse en el cielo, apartando el olvido, avanzando entre los escombros indóciles de lo negado. Aprovecho la última brisa de verano para que se enrede esta carta en el lugar que reposa tu nostalgia, como al descuido la descubras y sin querer la abras. No sé si me recordarás, mi nombre quizás te sea conocido, como se reconoce el sabor de una naranja en cada naranja, pero nada más, algo familiar, oscilando en alguna hora que ya no es la nuestra. No puedes imaginar cuánto tiemblo al escribirte, al ensanchar mi memoria. ¿Aún vives en el campo, en esa casa con un patio inmenso, un molino -hogar de horneros-, una huerta que cuidas con tanto esmero, unas cuantas gallinas, una laguna en la que juega la vida y sus reflejos, una mujer y los niños insistiendo en despintar tu tiempo? No te gusta el sol cayendo, nunca te gustó, te